Rechazo los escraches. Sean contra el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, o contra quien fuere. Representan un método que orilla con la acción directa y, como tal, peligrosa.
Tampoco apruebo la reacción de Moreno, pero la comprendo. Y así como tampoco me parecieron válidos durante lo peor del colapso argentino de 2001 - 2002, tampoco los apruebo hoy.
Porque los cacerolazos son una forma de expresión, sí (en una plaza, por ejemplo, como repudio a una medida o una conducta o una omisiónde un gobierno); pero los escraches son algo muy distinto (frente a la casa de alguien, como repudio directo y, por tanto, de muchos contra uno).
Expresado, pues, el primer punto.
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