lunes, 14 de marzo de 2011

Wikileaks, espías e imbecilidades

Del otro lado del teléfono, la voz dijo trabajar para WikiLeaks. Llamaba desde Londres. Sin jamás decir su nombre, preguntó por mí en español e indicó que me había enviado un e-mail, a mi cuenta privada de correo, dos semanas antes, sin aclarar tampoco cómo la obtuvo. A partir de allí, comenzó un complicado proceso que incluyó un viaje relámpago a Inglaterra, comunicaciones encriptadas y varios programas especiales de computación para acceder al "material".

Debí viajar para eso a la capital inglesa, enviar un primer e-mail y esperar durante más de seis horas en una habitación de hotel. Luego me indicaron un punto de encuentro para el día siguiente, aunque el lugar se modificó sobre la marcha, a la mañana siguiente, hasta que la reunión se concretó cerca del Museo Británico.


De este modo, LA NACION se sumó a la segunda fase de publicación de los cables del Departamento de Estado que comenzó a fines de noviembre con las primeras filtraciones por cinco de los medios gráficos más relevantes del mundo: The New York Times; The Guardian, de Londres; Der Spiegel, de Alemania; El País, de España, y Le Monde, de Francia.

En rigor -cabe aclarar ante la montaña de nada que se escribió ayer sobre espías y demás imbecilidades-, el proceso para acceder al material fue similar a los que ya relataron en el diario argentino Página 12 (que llegó a comparar a Julian Assange con el Che Guevara y el Subcomandante Marcos, y publicó esto; cuando antes publicaba esto y esto sobre Wikileaks) y en el colombiano El Espectador (que mantuvo, al igual que LA NACION, The NYTimes y The Guardian, mayor distancia de Assange).

¿Se pagó para obtener los cables? No. ¿Supe con quién hablaba o siempre fue anónimo? Me parece obvia la respuesta. ¿Wikileaks planteó alguna condición indebida? No. ¿Qué exigió? Que sólo tapemos los nombres de quienes podrían correr riesgo de vida o persecución judicial injusta si se publicaran sus nombres, que publiquemos los cables completos junto a los artículos en los que escribimos sobre ellos, y que de acá a unos meses publiquemos todos los cables o los subamos al propio servidor de Wikileaks. Eso es todo.

Los comentarios llegaron al punto de plantear por qué en mi artículo no mencioné a Página 12 entre los diarios que obtuvieron los cables Wikileaks. Dos comentarios: 1) sí estaba mencionado, pero no entró por cuestión de espacio; 2) puestos a borrar líneas, opté por citar sólo a los cinco que primero los obtuvieron. Si no, también debería haber citado a La Jornada (México), El Espectador (Colombia), La Nación (Costa Rica), El País (Uruguay) y unos cuaaaantos más...

pd: el resto del texto publicado en LA NACION, acá.

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