El candidato nunca, jamás, debe tocar el dinero. Como máximo, lo ve pasar. Pero cuanto menos sepa sobre los detalles, mejor. Porque hay datos que es preferible no conocer. Así, si algo sale mal, eso le permitirá despegarse de una operatoria que incluye valijas con millones de dólares, cuevas financieras para cambiarlos a pesos -al valor del dólar blue-, servicios extraoficiales de camiones de caudales y ningún recibo. Y, claro, algo puede salir mal. Porque la red informal de financiamiento de las campañas electorales funciona siempre cerca de la ilegalidad.
Sebastián Forza podría confirmarlo si no lo hubieran ejecutado de ocho tiros en agosto de 2008. Como muchos otros, él puso el rostro -y los cheques- para blanquear millones de pesos que terminaron en las cuentas de la campaña presidencial de Cristina Kirchner en 2007. Pero el dinero no era de él -quebrado y sin fondos-, sino de otros. ¿De quiénes? Algunos miran a los narcos; otros, a los grandes empresarios. Porque la campaña puede ser una inversión redituable a mediano plazo que se retribuye con negocios jugosos. Ocho años después de aquella campaña dominada por Forza y sus amigos de las droguerías, la red clandestina de financiamiento electoral continúa a pleno, entre otros motivos porque por primera vez en 12 años nadie de apellido Kirchner tendrá el bastón presidencial. Entonces todos quieren quedar bien con los potenciales sucesores.
Sebastián Forza podría confirmarlo si no lo hubieran ejecutado de ocho tiros en agosto de 2008. Como muchos otros, él puso el rostro -y los cheques- para blanquear millones de pesos que terminaron en las cuentas de la campaña presidencial de Cristina Kirchner en 2007. Pero el dinero no era de él -quebrado y sin fondos-, sino de otros. ¿De quiénes? Algunos miran a los narcos; otros, a los grandes empresarios. Porque la campaña puede ser una inversión redituable a mediano plazo que se retribuye con negocios jugosos. Ocho años después de aquella campaña dominada por Forza y sus amigos de las droguerías, la red clandestina de financiamiento electoral continúa a pleno, entre otros motivos porque por primera vez en 12 años nadie de apellido Kirchner tendrá el bastón presidencial. Entonces todos quieren quedar bien con los potenciales sucesores.
Por eso, los grandes empresarios aportan millonadas, aunque ninguno aparece en las largas listas oficiales de donantes. Algunos, solitarios, facilitaron hasta US$ 7 millones, según confirmaron los recaudadores a LA NACION bajo estricta reserva de sus nombres, porque admitirlo los llevaría a Tribunales. Otros, más austeros, aportan entre US$ 3 y 4 millones, y varios más desembolsan "apenas" US$ 1 millón en nombre de las cámaras sectoriales que integran.
En esta operatoria, sin embargo, participan al menos dos decenas de los más grandes empresarios del país. Sólo entre ellos financian más de la mitad de las campañas de Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, que por lo bajo admiten que sus números reales para llegar a la Casa Rosada superan ya los $ 1000 millones, aunque sus números oficiales sean muy distintos.
Claro que a la hora de financiar campañas hay nombres que siempre suenan: Paolo Rocca (Techint), los hermanos Bulgheroni, Jorge Brito, Cristóbal López, Eduardo Eurnekian, Benito Roggio y Daniel Vila son apenas algunos, como antes lo fue Amalia Lacroze de Fortabat, mientras que Enrique Pescarmona conoció tiempos mejores. Pero todos ellos -o sus colaboradores- niegan cualquier rol al ser consultados por LA NACION, del mismo modo que el escándalo de corrupción que sacude a Brasil cerró otra canilla preciada en la Argentina. ¿Por qué? Porque algunas de las principales compañías que operan en el país están en manos brasileñas y se saben bajo la lupa judicial del otro lado de la frontera.
pd: el resto de la nota publicada hoy en LA NACIÓN junto a Maia Jastreblansky e Iván Ruiz, acá.
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