¿Yo corrupto? No. ¿Quienes me rodean? Ah, sí, ellos sí. Pero, by the way, ¿cómo podemos arreglar mis respuestas?
Nuevas investigaciones muestran que cualquiera puede ser corrupto ante la más mínima oferta y sobre eso trató un interesante artículo que publicó LA NACION días atrás en la sección… Ciencia y Salud.
Basado en estudios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), del Swiss Federal Institute of Technology, de Lausana, y de la Universidad de Tilburg, Holanda, entre otros centros, el artículo expuso algunas ideas novedosas (o "reafirmantes"):
- los individuos con poder tendieron a engañar a pesar de haber sido más duros en su condena de actos inmorales que los más débiles;
- el poder no sólo provee más oportunidades para los asuntos deshonestos, también influye la forma de pensar;
- la distancia psicológica (ofrecida, por ejemplo, por la actuación de “intermediarios” en el negociado) también parece destrabar actos corruptos;
- donde existe una cultura de la corrupción, ésta parece ser contagiosa;
- las personas más creativas tienen más probabilidad de engañar.
Sin embargo, aparecen dos signos alentadores:
- mientras que la tendencia a la corrupción refleja el ranking de Transparencia Internacional sobre los países de origen de los estudiantes encuestados, eso no fue así con los graduados (es decir, a mayor nivel de educación habría una menor propensión a los atajos);
- una manera más prometedora de reducir los niveles de corrupción pasaría por fortalecer los disuasivos. O dicho de otro modo, cuando la gente juega un entretenimiento cooperativo por un premio, es mucho más factible que evite engañar si teme que los otros jugadores pueden descubrir que se aprovecha del grupo.
El artículo cierra con varias conclusiones preliminares y una verdad irrefutable: “En la vida real el castigo infligido a un engaño tiende a ser el rechazo social, y va del ostracismo al encarcelamiento”.
Es decir, lo que enloquece a los piratas no es que se revelen sus chanchullos, sino que eso les pueda generar, por ejemplo, un planteo (con llanto histérico o gritos incluidos) de la pareja durante el desayuno, un insulto desde otra mesa en el restaurante o un cachetazo en la previa del cine.
pd1: el texto completo del artículo, acá.
pd2: gracias @HAmeijeiras por la oportuna corrección.
Hugo, te sugiero que dediques algun tiempo a estudiar los vericuetos burocraticos de los permisos para desarrollos inmobiliarios, que estan llenos de ventanillas y peajes. Cuanto mas burocratico, mas peajes.
ResponderEliminarGracias por la sugerencia y te pido un favor: escribime a secretosdelavalija@gmail.com y pasame algo más de info o un teléfonoal que pueda llamarte d. abrazo, hugo
ResponderEliminarQue buen articulo ! Breve y conciso ... Saludos..
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