Néstor Kirchner miró a la cámara y pidió, por cadena nacional, que el Congreso hiciera su "aporte a la calidad institucional" tras la crisis de 2001. Planteó que la "mayoría automática" de la Corte de Carlos Menem debía marcharse, pero estableció un límite: "No es nuestro deseo contar con una Corte adicta". Fue el 4 de junio de 2003. Era el noveno día del kirchnerismo en el poder. Doce años y medio después, el balance muestra claroscuros, zonas grises, reformas positivas y múltiples intentos de avasallar al Poder Judicial para garantizar impunidad a funcionarios investigados por corrupción.
El kirchnerismo planteó dos visiones contrapuestas sobre el Poder Judicial: muchos jueces se definieron como parte de un contrapoder constitucional y se reconocen como un límite republicano a la Casa Rosada; pero otros y muchos kirchneristas, incluida la Presidenta, entienden que integran una corporación elitista que por momentos actuó como un "partido judicial" y que en otros flirteó con promover un "golpismo judicial".
La discusión política que instaló el Gobierno sobre el rol del Poder Judicial obligó a jueces y fiscales a mostrarse como actores políticos, con intereses propios. Los obligó a dejar el bronce y mezclarse en el barro de la lucha política. Y los mostró capaces de salir a la calle para defenderse u honrar a los suyos, como en las marchas por los fiscales José María Campagnoli y Alberto Nisman.
pd: el resto de la nota publicada en LA NACIÓN junto a Hernán Cappiello, acá.
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