sábado, 12 de diciembre de 2015

No tan amado, ni por propios ni extraños...

"Poder es impunidad", es la máxima que cinceló para siempre Alfredo Yabrán, que mucho sabía sobre eso. Y a las evidencias hay que remitirse: las investigaciones judiciales sobre corrupción en la Argentina tardan, en promedio, una década en llegar a la instancia de juicio oral; la mayoría de esas causas se cierra por prescripción; y apenas el 3% de los involucrados en 750 grandes casos locales de corrupción analizados durante un cuarto de siglo terminaron condenados.


El problema para el ya ex vicepresidente Amado Boudou es, sin embargo, que él podría ayudar a engordar ese escuálido porcentaje. ¿Por qué?

Porque varios indicios apuntan en esa dirección. Primero, porque a lo largo de estos años acumuló demasiadas causas penales. Segundo, porque se convirtió en uno de los funcionarios kirchneristas que genera más tirria pública. Tercero, porque sembró enemigos que esperaban su oportunidad para cobrársela. Cuarto, porque el peronismo no lo defenderá, porque no lo siente propio. Y quinto, porque llegó demasiado alto, sin una red propia de protección. Es decir, los mismos factores que convirtieron a María Julia Alsogaray en el ícono máximo del menemismo a la hora de recorrer los Tribunales.

pd: el resto de la nota publicada hoy en LA NACIÓN, acá.

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