Poco, muy poco, me resulta más incómodo para abordar y escribir que las Madres de Plaza de Mayo. Por su extraordinaria labor durante la dictadura, porque resultaron (y resultan) un ejemplo de lucha y de vida, porque las banderas que levantan desde hace décadas apuntan a lo mejor, porque encarnan un ícono de lo más digno de la Argentina durante la época más oscura del país.
Sin embargo, el problema es cuando hay problemas. ¿Qué hacer como periodista? ¿Callar? ¿No publicar? Es lo mismo, pero potenciado por 10, por 100 o por 1000, que cuando se descubrió lo que se descubrió en la fundación del Padre Grassi. ¿Qué había que hacer? ¿Callar? ¿Y si las presuntas irregularidades hubieran afectado a la fundación del cardiocirujano René Favaloro?
¿A qué voy con todo esto? Que hoy he vuelto a escribir sobre Madres de Plaza de Mayo, lo cual me hace poca y ninguna gracia. Pero al buscar información sobre otro tema dentro de la Inspección General de Justicia (IGJ), los informantes me comentaron sobre esto. Otra vez, ¿qué hacer? ¿Callar?
Por supuesto que habrá fachos retrógrados y recalcitrantes que aprovecharán lo publicado para vomitar todo lo peor que guardan dentro; por supuesto que habrá defensores de las Madres que malinterpretarán los textos, pero es lo que toca al escribir uno de estos textos sobre algo tan sensible, casi un tabú...
pd: la nota publicada hoy en LA NACIÓN, acá.
Hace ya muchos años, investigué para el diario LA NACIÓN el "maletinazo" de los gobiernos de Argentina y Venezuela. El resultado fue "Los secretos de la valija" y este blog. Estas páginas tomaron luego su propio rumbo, centradas en la corrupción y el lavado, y en los muchachos con maletines repletos de dinero, los "valijeros". Y de allí "Las coimas del gigante alemán", "La máquina de hacer billetes", "La Piñata" y "La Raíz". Pero la trama continúa...
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