"La fiesta continúa", afirma con fastidio Guido Alejandro Antonini Wilson, el hombre al que por siempre se lo recordará como "el valijero", aún cuando él jure y perjure que la maleta no era de él, sino del funcionario argentino Claudio Uberti.
Tres años han pasado. Casi. Porque se cumplen entre el 3 y de agosto de agosto. Si se toma como fecha el día en que despegó el avión o en que ocurrió el decomiso. O el 6, si se prefiere el día en que Antonini ingresó a la Casa Rosada y estalló el escándalo mediático.
Fijo en Key Biscayne, donde vive desde antes del escándalo, a Antonini le importa un bledo la fecha, aunque tiene una carga emocional de órdago. Por estos días, pero en 2007, su vida cambió para siempre.
Antonini rechaza la idea de viajar a la Argentina para declarar ante la Justicia. Duda de las garantías de imparcialidad que puede ofrecerle un juez local. Y no ofrece dudas cuando se trata de Venezuela. Allí, dice, es "hombre muerto".
"Todos los años, para esta época, el Gobierno argentino vuelve a pedir mi extradición a Estados Unidos, pero lo hace para quedar bien con la prensa argentina, para decir que la pidieron y que no se la dan. Pero mientras tanto, se acabó el escándalo de la maleta y la fiesta siguió. Con otros nombres, pero continúa".
Uberti, ministro Julio de Vido, secretario José María Olazagasti y tantos más sospechados de protagonizar la "embajada en las sombras" o la "diplomacia paralela", teléfonooooo...
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