El ex defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino, declaró ante la Justicia, retornó a su casa y allí encontró, anoche, un sobre que contenía un mensaje con amenazas de muerte.
Así no, muchachos.
Sí, es mucho el dinero en juego.
Sí, el poder es adictivo.
Y, sí, algunos podrían terminar en la cárcel o, cuando menos, desfilar durante varios años por Tribunales, como ocurrió con María Julia Alsogaray, Víctor Alderete, Alberto Kohan y tantos funcionarios más del menemismo.
Pero así no.
(Imagen de archivo)
Para empezar, porque si algo genera la amenaza es aumentar la certidumbre que se anda por el camino correcto. Y que por eso, quien habla molesta.
La amenaza es, además, la negación del otro como interlocutor. ¿Tanto miedo pueden tenerle a la palabra escrita u oral?
Vamos, muchachos, si ustedes se mueven por los pasillos judiciales con soltura y prestancia. Si más tarde o más temprano, algún juez, fiscal, camarista o cortesano puede darles una mano. Si eso es lo que ocurre casi siempre.
Claro, el problema es el "casi", ¿no? A ver si todavía les toca ser justo el pato de la boda. Como fue María Julia del menemismo. Aunque, eso sí, por ahora el que parece tener todos los números para eso es el ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime...
La amenaza, por último, es un acto de bajeza y de cobardía. "Hay noticias de accidentes cada vez más. Teniendo hijos yo me preocuparía". "No me revuelvas lo de Venezuela". "Venezuela va a terminar con vos. Dejate de joder".
Vamos muchachos, hasta ustedes son mejor que eso.
pd: el texto de Omar Lavieri sobre las amenazas, acá.
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