No, no y no. Hasta que, bueno, sí. Fue él. Casi sólo él. Y
en secreto. Tras nueve meses y medio de silencios o negativas, el nombre de uno
de los banqueros más controversiales de los años ’90, Raúl Juan Pedro Moneta, irrumpió
de lleno en la “causa Ciccone”. Y lo hizo de la mano del presunto testaferro de
Amado Boudou, Alejandro Vandenbroele.
En un escrito de 110 fojas que presentó ante el juez federal
Ariel Lijo ,
Vandenbroele le adjudicó a Moneta ser el dueño de una parte en el complejo
entramado societario en tándem con el yerno de Nicolás Ciccone , Guillermo Reinwick [foto, abajo, con sweater oscuro] ,
conocido dentro y alrededor de la familia como “el traidor”.
El escrito de Vandenbroele, sin embargo, buscó incluso poner
en duda ese mote de “traidor”. Al punto que afirmó que Reinwick actuó de manera
“confidencial” hasta para su propia familia. Es decir, que cuando recibía los
insultos por servir como el entregador de la empresa a “los saqueadores”, él
callaba mientras que en realidad se esforzaba por salvarlos a todos.
Así lo presentó Vandenbroele. Por insólito que pueda
parecer. Lo caracterizó a Reinwick como el yerno que le calló a su propio
suegro (fundador y corazón de la empresa) que no quería saquearle la imprenta,
como le enrostraban en las reuniones familiares, sino rescatarla, casi resucitarla,
para devolvérsela saneada, con moño incluido.
El escrito de Vandenbroele incluyó otras sorpresas. Porque la
irrupción de Moneta también resultó hasta cierto punto llamativa. En especial
porque su ahora declamado rol contradice la solicitada que Reinwick –otra vez
el yerno– publicó el 29 de febrero pasado, cuando amanecía el escándalo.
pd: el resto del análisis publicado hoy en LA NACIÓN, acá.
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