Amado Boudou siempre se movió como si no hubiera un mañana. Así fue como dejó un tendal de heridos en Mar del Plata. Y así se movió cuando, ya en Buenos Aires y desesperado, abrazó al kirchnerismo que hasta segundos antes criticaba por lo bajo.
En la Anses, como ministro de Economía y como vicepresidente, Boudou siempre confió en que en la Casa Rosada le darían la cobertura para avanzar sin consecuencias, en línea con la frase legendaria de Alfredo Yabrán: "Poder es impunidad".
En la Anses, como ministro de Economía y como vicepresidente, Boudou siempre confió en que en la Casa Rosada le darían la cobertura para avanzar sin consecuencias, en línea con la frase legendaria de Alfredo Yabrán: "Poder es impunidad".
El problema es que el poder tiene fecha de vencimiento en toda democracia. Se evapora con el fin de mandato, o antes. Pero Boudou apostó a que el kirchnerismo cerraría todas las causas penales que acumuló en la función pública.
Boudou tuvo motivos para esperar ese blindaje judicial. Creyó que podía mirarse en el espejo del matrimonio Kirchner, que logró que el juez Norberto Oyarbide los sobreseyera en cuestión de meses en la causa por enriquecimiento ilícito.
Pero Boudou, claro, no integra la familia presidencial. Por eso, mientras los Kirchner acumularon sobreseimientos en un expediente tras otro, Boudou comenzó a ver cómo los meses trocaron en años sin que el "caso Ciccone" se cayera.
pd: el resto del análisis publicado hoy en LA NACION, acá.
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