El
diario El País, de España, publicó un estupendo reportaje y una ilustrativa
entrada en uno de sus blogs centrados en la lucha contra la corrupción y los desafíos de investigar al poder (sea político o económico). Sus conclusiones valen, estimo, también en la Argentina.
“El
patrón suele repetirse”, expone en el reportaje sobre los jueces que investigan
al poder. “Un juez recién llegado empieza a escarbar en lugares en los que no
pasaba nada porque nadie removía nada. Pero resulta que sí había algo. Entonces
el togado se convierte en el enemigo. Los más expuestos a estas presiones del
entorno son magistrados de base que trabajan apoyándose en pocos medios y
muchas tripas. Jueces que no responden a un perfil ideológico y que pueden ser
tanto veteranos como bisoños. Individuos aislados que, cada uno desde su rincón
del mundo, están poniendo al descubierto la corrupción que inunda todos los
estamentos de un país: de sus burdeles a sus palacios.
“Porque la presión es la clave. El miedo social hace que
algunos jueces prefieran dedicarse a perseguir solo delitos de perfil más bajo.
Eso genera una forma de corrupción. […] Que los jueces, fiscales y policías que
investigan a personalidades con contactos se encuentran desprotegidos por el
Estado ante la presión ambiental”.
“En determinadas situaciones parece fácil llegar a sentir
que, si no es uno mismo, nadie será capaz de limpiar un horizonte emponzoñado.
Una actitud que puede interpretarse como mesiánica, pero sustentada por una
verdad. ¿Quién más estará dispuesto a recibir llamadas de personas importantes
sugiriendo que es momento de frenarse? ¿Quién aceptará abrir el periódico para
encontrar comentarios sobre su menú de batalla? Probablemente solo alguien que
entienda que el premio merece la pena: pararse ante el silencio de un imputado,
mirarle a los ojos y entender que hay que seguir adelante. Porque detrás hay
una mentira”.
Ahora bien, ¿qué piensan los ciudadanos de la lucha actual
contra la corrupción?
“La
ciudadanía no acaba de creer que la Justicia pueda llegar a ser tan eficaz como
debiera en los casos de corrupción. La perciben lastrada en su funcionamiento
por factores al parecer insalvables. En primer lugar, la exasperante lentitud, que atribuyen en parte a la
vigente legislación procesal, que no consideran acorde con las necesidades de
una sociedad tecnológicamente avanzada: facilita en exceso que los imputados
puedan zancadillear impunemente la averiguación judicial de los
hechos (así lo cree el 89%); y propicia que esta se empantane en el profuso papeleo que su conducción exige (y así lo dice un
75%). Pero se percibe una segunda causa,
más preocupante y más nociva para nuestra moral cívica colectiva: las presiones que
un 84% de la ciudadanía da por seguro que ejercen sobre la Justicia los
partidos y grupos de presión implicados en esos casos. A ese cerco coactivo
percibido de forma tan generalizada se atribuye un adicional efecto pernicioso:
según el 65%, consigue que teman por su futuro profesional los jueces que llevan tales
asuntos. Nuestra sociedad parece así convencida de que la larga mano de la
corrupción puede llegar si no a torcer el brazo de la Justicia al menos sí a
paralizarlo.
Cualquier
coincidencia entre la realidad española, NO es mera coincidencia.
LA JUSTICIA EN ARGENTINA DESDE HACE MUCHO TIEMPO ES UN "BIEN GANANCIAL" Y LAMENTABLEMENTE CADA VEZ MAS CARA...!!!
ResponderEliminar