No diré con
quién me reuní. Bastará con decir que fue una de esas reuniones “peculiares”. De
esas en las que, tras muchas vueltas, encuentros previos, sobreentendidos y
malentendidos, al fin la otra persona decide hablar con (al menos cierta)
franqueza.
En su caso, al punto de definirse como un “padrinólogo”. Un seguidor, admirador y, queda claro, aprendiz de “El Padrino”, aprendizaje que a la luz de sus resultados y de su poder, resultó efectivo. Aunque también le haya costado lo suyo. A él y a su familia. Con cuotas de agachadas y traiciones varias. Al punto de recitar el diálogo de Vito Corleone con su hijo e inminente sucesor, Michael, a quien le recuerda que en plena tensión con una familia rival, “el primero que se te acerque [para sugerir una reunión] es el traidor”.
Mi
encuentro no duró mucho. Fue más corta de lo que yo quería. Pero iluminadora. Y
como a veces ocurre, me permitió atisbar, siquiera por unos pocos minutos y como a ese “chiquilín que miraba de
afuera” del tango, que la trama detrás del poder (es decir, la trama del verdadero poder) es más compleja y mucho, muchísimo más oscura…
No es nada personal; sólo negocios...
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