Sugerencia de todo boxeador: si vas a poner a alguien contra las cuerdas, más vale que lo knockees rápido y para toda la cuenta, como Muhammad Alí. Porque no hay nada peor que sentirse acorralado para que una persona temerosa intente lo imposible... y lo logre.
Eso es, en suma, lo que sentí mientras entrevistaba al ex embajador argentino ante Venezuela, Eduardo Sadous, para el diario LA NACIÓN.
Sadous expresó sus sospechas de que el ex presidente Nestor Kirchner estaba al tanto del alerta que emitió sobre irregularidades y "corrupción" en el comercio bilateral que protagonizaba (y aún protagoniza) el ministro Julio de Vido y su colaborador, Claudio Uberti.
También, reafirmó que De Vido encabezó gestiones comerciales paralelas a las de la Cancillería con el gobierno de Hugo Chávez. Y tiró abajo de un camión a Uberti, cuando recordó su mensaje símil-mafioso.
Pero todo esto lo dijo porque:
1. Lo removieron de su cargo antes de tiempo.
2. Lo arrumbaron en una oficina desde mediados de 2005, sin darle otro destino como embajador en el exterior.
3. Ensuciaron su honor con alusiones a sus supuestas apetencias sexuales, su presunta afición por los cócteles y hasta sus hipotéticos vínculos con la dictadura, la P-2 de Licio Gelli y la Triple A.
4. Y, lo peor de todo, afectaron a su familia.
Sólo entonces, Sadous decidió contragolpear. Porque sintió que no alcanzaba con haber declarado ante la Justicia y testimoniar ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados. Los ataques continuaron, hasta empujarlo contra las cuerdas.
Pero no lo knockearon. Y ahora él tira golpes a todo lo que se le ponga enfrente.
Un hombre que se siente encorralado, eso es lo que pensé mientras dialogaba con el.
Y Sadous actuó en consecuencia.
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