Cinco años después de haber recibido la denuncia, el
Tribunal Supremo brasileño ha empezado este miércoles a dirimir el caso de corrupción
conocido como "mensalao" (la mensualidad), que a punto estuvo de costarle el
cargo al presidente Luiz Inácio Lula da Silva en 2005. Se trata del mayor
caso de corrupción política en la historia democrática del país, que juzga
supuestos desvíos de fondos públicos para sobornos en el Congreso y
financiación ilegal de campañas.
Entre los implicados figura el poderoso Partido de los Trabajadores (PT), en el que militan el propio Lula y la actual presidenta, Dilma Rousseff. Aunque el tribunal todavía no había dictado el fallo, la mayoría de los once magistrados del colegio ya habían pronunciado anoche su voto de condena para los cinco acusados sometidos a juicio en esta primera fase del proceso. En total, hay 38 personas sentadas en el banquillo.
Entre los implicados figura el poderoso Partido de los Trabajadores (PT), en el que militan el propio Lula y la actual presidenta, Dilma Rousseff. Aunque el tribunal todavía no había dictado el fallo, la mayoría de los once magistrados del colegio ya habían pronunciado anoche su voto de condena para los cinco acusados sometidos a juicio en esta primera fase del proceso. En total, hay 38 personas sentadas en el banquillo.
Los procesados formaban parte, en palabras del Procurador General de la República, Roberto Gurgel, del “más atrevido y escandaloso esquema de corrupción y de desvío de dinero público de la historia de Brasil”. Gurgel remitió al Supremo 44.265 páginas repletas de lo que considera como “pruebas documentales” para solicitar la apertura del juicio.
Lo que se juzga es el escándalo político-financiero bautizado como mensalão (mensualidad).El caso fue destapado por el exdiputado Roberto Jefferson, otro de los acusados y actual presidente del Partido Laborista Brasileño, quien en junio de 2005 hizo público que el PT le había pagado cuatro millones de reales (1,6 millones de euros) por apoyar esa formación al Gobierno de Lula.
Según varios analistas, del resultado de la sentencia puede
depender el futuro de Brasil, o, como ha escrito el sociólogo y expresidente
Fernando Henrique Cardoso, puede suponer un cambio “en la cultura del país”. El
exmandatario apunta que una condena contra los acusados, o por lo menos contra
los más importantes y representativos —entre ellos toda la antigua cúpula del
gobernante Partido de los Trabajadores—, pondrá un punto final a la cultura de
la corrupción y de la impunidad política que aflige al país. Por el contrario, la absolución enviaría a la sociedad el
mensaje de que en política vale todo, incluso adueñarse de millones de euros
procedentes de las arcas públicas para comprar votos en el Congreso y el Senado.
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