Un
día como hoy, mientras vemos otra vez las imágenes de una nueva tragedia ferroviaria (y van...), más vale que recordemos una premisa central de este
país de las últimas décadas: “La corrupción, tarde o temprano, mata”.
Y
algo más: la corrupción sólo se puede comprender desde el axioma que una vez
lanzó al aire Alfredo Yabrán: “Poder es impunidad”.
Así,
y sólo así, se entiende al menos parte de lo que vivimos. Y de lo que vislumbra
el fiscal federal Federico Delgado, quien no sólo investigó la “Tragedia de
Once” sino que, antes, mucho antes, investigó el caso “Coimas en el Senado”.
¿Qué
vislumbra? Pues eso: que se prepara el terreno para la impunidad en uno de los
escándalos más graves de corrupción desde el retorno de la democracia.
¿Cómo? Él lo explica: “A partir de las crónicas del juicio
comenzó a sedimentarse una información que circula por los pasillos de Tribunales
en lenguaje de jerga: ‘El caso se cae porque no se probó’. Con esta premisa voy
a trabajar; es decir con la impunidad a la que puede quedar reducido este
expediente. La pregunta es: ¿Cuáles fueron las razones que permitieron
semejante mutación simbólica? ¿Cómo ocurrió que un caso que conmovió a la
sociedad y que estaba esclarecido, se disolvió trece años después? (…) Hay que
hacer una distinción vinculada al capital simbólico, prestigio social y poder
económico de los imputados que se traduce así: cuando la intensidad de esos
indicadores es menor, es más largo el brazo de la Justicia (en delitos menores,
hay condenas). En cambio, cuando esa intensidad aumenta, como en los casos de
corrupción, no hay penalidades. Es decir, a veces el juicio no se hace porque
las causas duermen mientras pasa el tiempo (la prescripción); a veces porque se
realiza un pacto entre los acusadores y los imputados homologado por los jueces
llamado ‘juicio abreviado’; a veces porque se ‘suspenden a prueba’ y las tareas
comunitarias permiten la exculpación o, finalmente, se realiza un juicio muy
largo que se limita a repetir la instrucción de una manera teatral, para hallar
grietas que permitan implementar una decisión previa: que ‘la causa se caiga’.”
Así,
cuanto más poder (sea propio o institucional o partidario o económico) se
sienta en el banquillo, menores las probabilidades de una condena. Y en esta
investigación, vale recordar, la mira se centró en un ex Presidente de la
República, ministros y senadores de ambos partidos.
Porque
Don Alfredo ya lo dijo: “Poder es impunidad”.
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