El argumento, que viene de décadas atrás (o siglos), es el
siguiente: las coimas son inevitables para aceitar el sistema, para destrabar
la rueda y apurar los tiempos.
Algunos, sin embargo, piensan que ocurre todo lo contrario. Entre
ellos, los economistas Daniel Kaufmann y Shang-Jin Wei, quienes completaron un
estudio ("Does 'grease money' speed up the wheels of commerce?") que así lo demuestra.
Es decir, que las coimas generan… más coimas. ¿Por qué? Pues
porque los sobornos alimentan la codicia de los funcionarios y/o burócratas,
que pondrán más trabas con el objetivo de cobrar aún más dinero, lo que a su vez provoca que la rueda se trabe, además de aumentar los costos del proyecto en danza.
Crédito: Cristoph Niemann
Así ocurrió, sin ir más lejos, en el capítulo argentino del “caso
Siemens”, en el que las coimas fluyeron y fluyeron y fluyeron hasta que llegó
el punto en que la multinacional germana había desembolsado más de US$ 100
millones, no cobró un peso y… encima se quedó sin el Proyecto DNI.
Ahora, el columnista de la revista New Yorker ,
James Surowiecki, publicó “Mano invisible, palma aceitada” al respecto. En el
texto expuso el problema detrás de la visión de Kaufmann y Wei: “In an ideal
world, then, good behavior is also good business. But there’s a catch. Bans on
bribery work best when they’re widespread; otherwise, companies start to feel
competitive pressure to bribe. The problem today is that some of the biggest
players in the global market, like India, don’t have laws against foreign
bribery, while others, like China and Russia, have laws but little or no
enforcement”.
Y, a continuación, Surowiecki, plantea una opción para
evitar ese escollo. Difícil, pero posible (y la comunidad internacional parece
caminar, de a poco, para ese lado).
pd1: el texto completo en New Yorker, acá.
pd2: el paper de Kaufmann y Wei, acá.
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