Yastá. C’est mort.
Esa es mi sensación.
Al caso Ciccone lo liquidaron ayer.
Ya venía herido de muerto, tras la recusación del juez federal Daniel
Rafecas y la renuncia del procurador Esteban Righi. Pero el apartamiento (con
clase, elogios y respaldo, pero apartamiento igual) del fiscal Carlos Rívolo
implica el epílogo.
Tomará meses, quizá años, pero el cierre se viene venir.
Sólo un cambio mayúsculo en el ecosistema político podría modificarlo. Al menos fue linda mientras duró.
Pero esas son las reglas con las que toca jugar. Y así como lo saben los
acusados (que celebraron con champagne y están eufóricos, según cuentan ellos
mismos a quien se les cruce), también lo saben los jueces, fiscales y
defensores, como así también los periodistas que cubren Tribunales, aún cuando
continuarán las revelaciones periodísticas, mías y de colegas.
En cualquier caso, Lijo al menos convalidó la tarea de Rívolo, el
allanamiento del departamento de Amado Boudou y las pruebas que acumuló durante
los últimos tres meses. Y de eso trata la nota que publiqué hoy en LA NACION
(ver acá).
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